El Legado del pueblo judío.

Realmente ha llegado a ser una Diáspora muy compleja y llena de acontecimientos que no han pasado desapercibidos para muchos historiadores que incluso parece no haberse percatado de esta realidad por razones que nada tienen que ver con la historia.

En la medida de lo posible tratare de describir lo mas detalladamente posible y con los medios que hoy aporta la ciencia en todos sus ámbitos la realidad de un pueblo que bien merece ser considerado por lo que ha aportado al resto de la humanidad.

Lo primero que se debería de tratar es ¿que significa exactamente ser judío?

Se suele utilizar tanto para identificar a alguien por la religión que practica o por pertenecer a estas tradiciones heredadas de algunas generaciones o simplemente por haber adoptado el judaísmo como religión, lo cual siempre depende de ante que rama del judaísmo se define como judío, por ejemplo para la ortodoxia solo son judíos ellos mismos por regirse
literalmente según la Halajá que en realidad es un compendio de interpretaciones rabinicas.

No hay que confundir nunca Halajá con Ley Mosaica.

La Halajá consta originalmente del contenido legal del Talmud, y en especifico de las opiniones normativas que dirigen la práctica del judaísmo. Algunos talmudistas (denominados «poskim») escribieron textos en los cuales se copian las secciones legales normativas del Talmud.
Entre éstos figuran Halajot HaRif, del rabino Itzjak Alfasi (1013-1103), y el comentario del rabino Asher ben Yejiel (1259-1328).
El libro Sefer Mitzvot Gadol, del rabino Moshe ben Yaakov (de Coucy, Francia), así como el Sefer Hajinuj, traen los 613 mandamientos o mitzvot en el orden en el que aparecen en el Pentateuco.

El primer texto en organizar la Halajá por temas y no por su orden en el Talmud fue el del rabino Moisés Maimónides, autor del Yad haJazaka o Mishné Torá. Posteriormente se escribió el Arba Turim, del rabino Yakov ben Asher (1270-1340), que no sólo divide el contenido por temas, sino que, a diferencia del Yad Hajazaka, incluye opiniones no normativas.

El rabino Yosef Caro (de Safed, Palestina) escribió en el siglo XVI un comentario al «Arba Turim» llamado Beth Yosef, y con base en él escribió un código legal normativo llamado Shulján Aruj. Éste incluye asimismo, en todas sus ediciones modernas, los comentarios del rabino Moisés Isserles (de Cracovia), que reflejan las costumbres y prácticas askenazíes.

Con base en el Shuljan Aruj se han escrito otros códigos legales, entre ellos el Jayei Adam, el Kitzur Shuljan Aruj y el Mishna Berurá, del rabino Israel Meir Kegan, seguidos por los haredíes, y el Shulján Aruj HaRav, del rabino Schneur Zalman de Liadí, seguido por el judaísmo jasídico.

El judaísmo conservador cumple con la Guide to Jewish Religious Law and Practice [Guía para la ley y práctica de la religión judía], del rabino Isaac Klein.

La Ley Mosaica o Torah tiene cuatro niveles o maneras de ser interpretada, las cuales se llaman: Peshát, Rémez, Derásh y Sod. Con las iniciales de estas cuatro palabras se forma la palabra Pardés, literalmente, «huerto de árboles frutales» (el paraíso, para los cabalistas).

1. Peshát: el nivel de interpretación que atiende al sentido literal del texto, tal como las palabras son entendidas en la vida diaria de la gente.

2. Rémez: atiende al sentido alegórico del texto bíblico, las cuales hacen alusiones a cosas que las personas pueden comprender.

3. Derásh: es el nivel de interpretación que atiende al sentido interpretativo de la escritura sagrada, de la cual se derivan las reglamentaciones y leyes de la tradición judía. Para conseguir este objetivo, se utilizan métodos como por ejemplo las referencias, las comparaciones entre palabras y versículos bíblicos, e incluso las analogías.

Sod: es el método místico de  interpretación, del cual deriva la cábala, y que busca un sentido  oculto en el texto sagrado, el cual sólo podría encontrarse con el  estudio de los textos originales en sus lenguas originales.

En realidad la Halajá es como la biblia para la gente común, es una especie de guia donde con una fácil lectura cualquiera ya sea religioso o no, entienda las cuestiones mas importantes de la tradición judía, algo que en el estudio de la Ley Mosaica resultaría mucho mas difícil.

Por eso es aceptada tanto por religioso judíos como por laicos.

En realidad lo único que utilizan los laicos judíos es el fragmento donde se indica quien es judío y esto procede de la Haskala del siglo XVIII cuando se fragmento el concepto de ser judío por aquellos que decidieron asimilarse sin perder la identidad judía.

En este sentido nos encontramos que judío es aquel que pertenece o a pertenecido a esta religión.

Dentro de este contexto se plantea la pertenencia a un pueblo, por tanto judío es aquel que pertenece al pueblo judío, pero esto es como decir que cristiano es aquel que pertenece al pueblo cristiano.

Ante esto habría que examinar que pertenecer a una determinada religión no implica en absoluto el pertenecer a ese pueblo como una identificación étnica (racial o cultural), sobre todo en expresiones como pueblos primitivos o pueblos indígenas de la actualidad, o pueblos antiguos en épocas históricas pasadas.

El concepto de pueblo tiene muchas definiciones generalmente políticas, pero los que se definen como judíos utilizan las dos definiciones, el político en el cual cualquiera puede pertenecer a otro pueblo y el étnico en su sentido mas estricto con referencia a un origen determinado y común según los acontecimientos históricos que lo han definido desde sus
inicios.

Etimológicamente significa el que reconoce a D-s, pero esto es por que judío viene de Judá y este era el nombre de una de las tribus de Israel, que a su vez era el nombre de uno de los hijos de Yacob.

Y por lo general todos los nombre hebreos tienen un significado que en muchos casos es de carácter religioso.

En este sentido nos quedaría por saber ¿quienes son los descendientes de los israelitas?

Una difícil pregunta que tratare de descubrir a lo largo de esta tesis.

Abría que situarse en la época en el que los israelitas que en realidad era la tribu de Judá, Benjamín y los levitas llegaron a permanecer en lo que fue llamada Judea con Jerusalem como capital.

Judea (en hebreo: יהודה‎, Yehuda, ‘agradezco a Dios’ o ‘reconozco a Dios’) es la parte montañosa del sur de la histórica Tierra de Israel.

El área fue el sitio del Antiguo Reino de Judá, el Reino Hasmoneo, y más tarde el Reino de Judea, una provincia del Imperio romano.

Como se ve no es lo mismo la Judea pre-romana que la que estuvo bajo esta dominación.

Los límites originales fueron Bethsûr (cerca de Hebrón), en el sur del país; Beth-horon (hoy Beit ‘Ur al Fawka, en Cisjordania), en el norte; Latrun o Emaús, en el oeste (a pocos kilómetros al oeste de Jerusalén), el río Jordán en el este. El historiador clásico Flavio Josefo tenía una definición mas ampliada, que abarca la mitad inferior de lo que hoy es
Cisjordania en el norte, hasta Beerseba en el sur, y los límites al este y al oeste eran el Mar Mediterráneo y el río Jordán, respectivamente.

En el tercer milenio anterior a la presente era comenzaron a surgir las primeras ciudades, ciertamente en contacto con las grandes civilizaciones que se desarrollaron en los valles del Nilo y la Mesopotamia. El pueblo hebreo, semita, que se refugiara en Egipto, regresó alrededor del 1550 a. C., cuando escapó del territorio de los faraones. Al comienzo, los judíos se
instalaron en las regiones localizadas al oeste del Mar Muerto, y poco a poco se trasladaron hacia las márgenes del Mediterráneo y las tierras del norte, en la Galilea. Durante el siglo XII a.C., los llamados pueblos del mar, entre ellos los filisteos, ocuparon las llanuras litorales, desplazando a los anteriores habitantes hebreos.
Las constantes luchas entre los dos pueblos terminaron con la victoria de los hebreos. En el siglo X a.C., el Reino de Judá aprovechó el debilitamiento de los grandes imperios vecinos para expandir su territorio. El reino, que alcanzó su apogeo a lo largo de los reinados de David y Salomón, fue más tarde dividido en dos reinos: Reino de Israel, al norte, y el Reino de Judá, al sur.
Israel fue transformado en tributario de Asiria y después de subir al trono, en 721 a. C., Sargón II conquistó el reino y deportó a la mayor parte de sus habitantes. Al sur, el Reino de Judea conservó su precaria independencia hasta 587 a. C., cuando Nabucodonosor II lo conquistó y deportó a su población a Babilonia. En 539, cuando el emperador persa Ciro el Grande se apoderó de Babilonia, muchos hebreos pudieron regresar a Israel. Después de la conquista del Imperio persa por el macedonio Alejandro el Grande, toda la región
quedó sometida a la influencia helenística.

Hay que tener en cuenta que Israel se dividió en dos reinos, uno al norte y otro al sur.

Salomón logró reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970 a.C. y el 930 a.C. Aproximadamente.

Le sucedió su hijo Roboam, cuya madre era Naamá, ammonita. Pero pronto, la parte norte aparecería como ‘rebelde’ ([10 de las doce tribus de Israel (todas excepto Judá y Benjamín). Así quedaría dividido el reino.

La antigua tierra de Canaán, situada al suroeste del llamado Creciente Fértil, fue desde la antigüedad, tierra de tránsito y punto intermedio entre las florecientes civilizaciones del río Tigris y el Éufrates, por un lado, y el valle del Nilo por el otro. La región estuvo dividida en pequeñas ciudades-estado o reinos locales independientes, como Moab, Edom, Judá, Israel, Aram o Fenicia, que hubieron de hacer frente a las sucesivas invasiones tanto de imperios limítrofes (Egipto, Asiria o Babilonia), como de nómadas arábigos o los Pueblos del Mar como los filisteos. En esa tierra vieron la luz dos de los mayores hitos de la civilización occidental: el alfabeto semítico, origen de muchos alfabetos antiguos y modernos, y un monoteísmo del que proceden las religiones abrahámicas, extendiéndose ambos logros por todo Occidente. También vio nacer las primeras ciudades del mundo (como Jericó), hace siete mil años, en plena revolución neolítica, así como uno de los primeros puertos del mundo, la antigua Jaffa.

Centrándonos en Judea que fue habitada por la tribu de Judá y Benjamín conformo lo que  en el siglo I era la tierra que dejaron atrás los judíos llevados como cautivos por el imperio romano.

Judea, o Iudæa en latín (en inscripciones, IVDAEA), fue una provincia romana en la región romana de Oriens, es decir Oriente (hoy día parte del Medio Oriente), en la orilla oriental del mar Mediterráneo. El Imperio romano cambió el nombre de Judea a Palestina o Provincia Syria-Palæstina en el año 135, como forma de borrar toda memoria judía de la región, tras aplastar la rebelión de Bar Kojba. Los geógrafos Estrabón y Ptolomeo describen la Provincia de Judea como abarcando la Galilea, la Samaria, las alturas de Golán (Gaulanitis), la orilla oriental del río Jordán, además del territorio del antiguo reino de Judá.

Cuando en el año 63 a. C. el general Cneo Pompeyo Magno derrotó al rey Mitrídates VI del Ponto en su tercer alzamiento, Siria se convirtió en una provincia romana. A continuación, Pompeyo se dirigió a Judea, para asegurar el área. Una vez allí, encontró a los hermanos Hircano y Aristóbulo, este último, que estaba sitiado por su hermano en Jerusalén solicitó la
intervención romana, ofreciéndole una recompensa a Pompeyo, la cual aceptó. Luego Aristóbulo acusó a los romanos de extorsión, lo que originó que Pompeyo instalara en el trono a Hircano y desde entonces Judea y Galilea se volvió un reino clientelar de Roma, que si bien era independiente de jure, estaba sujeto a la autoridad romana.

En el año 47 a. C. Antípatro el Idumeo sucedió a Hircano como procurador de Judea, siendo nombrado por Julio César. Al morir Antípatro en el 44 a. C., su hijo Herodes I el Grande fue nombrado gobernador por el Senado romano y rey de Judea en el 39 a. C., si bien empezó a reinar dos años después.
Durante su reinado eliminó a varios miembros de los Macabeos, para asegurarse en el trono. Los romanos llamaron a Herodes «rey aliado y amigo del pueblo romano» (rex socius amicusque populi Romani). Murió en el año 4 a. C. y el reino de Judea fue dividido entre cuatro de sus hijos, que se convirtieron en tetrarcas, si bien Roma intervino continuamente en la política interna, hasta el punto que el emperador romano César Augusto destituyó de su cargo a un hijo de Herodes.

Finalmente al reino de Judea se le añadieron los territorios de Samaria en el centro e Idumea al sur, además de Batanaea (Bashan) y Trachonitis (Trajón) al este de Gaulanitis (por decisión del emperador Augusto), con lo que se formó la provincia romana de Iudaea. Esta provincia fue gobernada por un prefecto, siendo uno de los más famosos Poncio Pilato. Como testimonio al título praefectus de Pilato, una inscripción en piedra se descubrió en Caesarea en la orilla del mar de Israel.
Arquelao fue etnarca de Judea, Samaria e Idumea, hasta que en el año 6 d. C. los romanos, cansados de su brutalidad, lo depusieron y pasaron a gobernar directamente la región. Entre los años 41 y 44 d. C. la provincia de Iudaea gozó de cierta autonomía cuando Herodes Agripa I llegó al poder, nombrado por el emperador Claudio.
Cuando el hijo de Agripa, Herodes Agripa II murió en el 100, la provincia pasó al completo control de Roma.

La pérdida de autonomía de Judea se debe en parte a las continuas rebeliones que se presentaron en el país.

Durante los años 67 y 70 d. C., los judíos se sublevaron debido al opresor gobernador de aquel entonces, y el general Vespasiano fue enviado por el emperador Nerón a controlar la situación. El asesinato del último motivó a Vespasiano a dejar la guerra en manos de su hijo Tito para acudir a Roma. Tito sitió Jerusalén en el 70 d. C. y cinco meses después logró penetrar la casi inexpugnable ciudad, una vez adentro sus tropas arrasaron el Templo de Herodes, contrariando las órdenes de Tito.

Entre los años 132 al 135 d. C. estalló otra revuelta debido a la excesiva romanización de Jerusalén por el emperador Adriano. Después de la derrota de los judíos, Adriano cambió el nombre de la capital a Aelia Capitolina y el nombre de la provincia a Syria Palaestina (Siria Palestina) en lugar de Judea, con el fin de humillar a este revoltoso pueblo.
También, Adriano prohibió a los judíos a morar en la polis o colonia de Aelia Capitolina (la ciudad y sus alrededores).

Según el obispo Eusebio de Cesarea, un historiador cristiano. Muchos se equivocan hoy día cuando dicen que Adriano expulsó a los judíos de toda la Tierra de Israel, ahora nombrada Siria Palaestina por los romanos, porque muchos judíos se quedaron en la Galilea, en los Altos del Golán, en el sur del antiguo reino de Judá, y otras partes de la antigua provincia de
Judea, como afirma el O.P. Felix-Maria Abel, religioso dominico y estudioso bíblico.

Eusebio de Cesarea (c. 275 – 30 de mayo de 339, probablemente en Cesarea), también conocido como Eusebius Pamphili «Eusebio, amigo de Pánfilo». Fue obispo de Cesarea y se le conoce como el padre de la historia de la Iglesia porque sus escritos están entre los primeros relatos de la historia del cristianismo primitivo. Su nombre está unido a una curiosa
creencia sobre una supuesta correspondencia entre el rey de Edesa, Abgaro y Jesucristo. Eusebio había encontrado las cartas, e inclusive las copió para su Historia Ecclesiae.

Eusebio de Cesarea  Aunque era considerado sospechoso de arrianismo, sus escritos resultaban indispensables, debido a que Eusebio solía emplear citas textuales de obras que no sobrevivieron a su época, como las de Hegesipo de Jerusalén.

El trabajo original, completo, está perdido. Pudo, sin embargo, ser reconstruido a partir de los extractos copiados (epítomes), con incansable diligencia, por los cronólogos de la escuela bizantina, especialmente Jorge Sincelo, el Monje. Las tablas cronológicas de la segunda parte fueron preservadas totalmente en una traducción hecha por San Jerónimo, y las dos partes existen también en una traducción en armenio, aunque su valor es discutible debido a las alteraciones respecto al original que podrían haber sido hechas por los traductores. La Crónica, tal como la conocemos, se extiende hasta el año 325 y fue escrita antes de la Historia de la Iglesia.

En uno de los pasajes de su obra, Eusebio declara que las calamidades sufridas por el pueblo judío se debían al papel que éstos jugaron en la muerte de Jesús. Este pasaje ha sido usado a lo largo de la historia, para atacar tanto a judíos como a cristianos.

desde ese tiempo que las rebeliones, guerras y conspiraciones dañosas los siguió, a cada uno, en rápida sucesión, incesantemente, en la ciudades, en toda Judea, hasta que el sitio de Vespasiano los aplastó. Fue así que la venganza divina se cumplió para con los judíos por los crímenes que osaron perpetrar contra Cristo.

Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia: Libro II, Capítulo 6: «Las desventuras que sucedieron a los judíos después de la injuria cometida contra Cristo». (Ver enlace original de CBN.org en la bibliografía) -.

Según el obispo e historiador Eusebio de Cesarea, no todos los judíos fueron expulsados de toda la Tierra de Israel, llamada Siria Palaestina, porque muchos judíos se quedaron en la Galilea, en los Altos del Golán, en el sur del antiguo reino de Judá, y otras partes de la antigua provincia de Judea, como afirma el O.P. Felix-Maria Abe.

Eusebio de Cesarea o  Eusebius Pamphili era obispo de Cesarea y amigo de  Pánfilo de Cesarea, de hecho se apodó el mismo como Eusebio de Cesarea por su amigo Pánfilo.

Era sospechoso de Arrianismo y su nombre está unido a una curiosa creencia sobre una supuesta correspondencia entre el rey de Edesa, Abgaro y Jesucristo. Eusebio había encontrado las supuestas cartas, e inclusive las copió para su Historia Ecclesiae.

En uno de los pasajes de su obra, Eusebio declara que las calamidades sufridas por el pueblo judío se debían al papel que éstos jugaron en la muerte de Jesús.

En 296, estando en Palestina, vio a Constantino I, que visitaba la provincia con Diocleciano. Estuvo en Cesarea cuando Agapio era obispo del lugar. Se hizo amigo de Pánfilo, con quien estudió la Biblia, con la ayuda de la Hexapla de Orígenes y de los comentarios compilados por Pánfilo, en la tentativa de escribir una versión crítica del Antiguo Testamento.

En el año 307, Pánfilo fue encarcelado, pero Eusebio continuó el proyecto que con él había comenzado. El resultado fue una apología de Orígenes, terminada por Eusebio después de la muerte de Pánfilo, que fue enviada a los mártires en las minas de Faeno, en Egipto. Parece que, después se retiró hacia Tiro y más tarde hacia Egipto, donde padeció la persecución por primera vez.

Se vuelve a mencionar a Eusebio como obispo de Cesarea. Sucedió a Agapio, después de 313, aunque no se sabe la fecha exacta. Se sabe poco de los primeros tiempos de su obispado. No obstante, con el inicio de la controversia del arrianismo, toma súbitamente un lugar destacado. Arrio le pidió protección. Según una carta que Eusebio escribió a Alejandro de
Alejandría, es evidente que no negó refugió al presbítero exiliado. Cuando el Primer Concilio de Nicea se reunió en el 325, tuvo cierto protagonismo. No era un líder nato, ni tampoco un pensador profundo, pero como hombre bastante instruido el autor y famoso Eusebio, cayó en la gracia del emperador, y acabó por sobresalir entre los más de 300 miembros que se reunieron en el Concilio. Tomó una posición moderada en la controversia, y presentó el símbolo (credo) bautismal de Cesarea que acabó por convertirse en la base del Credo de Nicea. Al final del Concilio, Eusebio suscribió sus decretos.

La controversia arriana continuó a pesar de la realización del Concilio y Eusebio se mantuvo envuelto en la cuestión. Por ejemplo, entró en disputa con Eustaquio de Antioquía, que se oponía a la creciente aceptación de las teorías de Orígenes, y en especial porque éste había expuesto una exégesis alegórica de las escrituras, lo que interpretaba como el origen
teológico del arrianismo. Eusebio, como admirador de Orígenes, fue reprendido por Eustaquio, quien le acusó de alejarse de la fe de Nicea. Eusebio respondió acusando a Eustaquio de seguir las ideas del sabelismo. Eustaquio fue acusado, condenado y depuesto en un sínodo en Antioquía. Gran parte del pueblo de Antioquía se rebeló en contra de esta decisión eclesiástica, mientras que los que estaban en contra de Eustaquio proponían que se nombrase a Eusebio como nuevo obispo. Éste por su parte, rechazó la oferta.

Parece que las aportaciones historicas y sin duda religiosas que produjo Eusebio de Cesarea sujetas posiblemente al Arrianismo y con elementos tan peculiares como el de una supuesta correspondencia entre el rey de Edesa, Abgaro y Jesucristo, junto con acusaciones tan exacerbadas como la de que los judíos mataron a Cristo, el Mesías de los cristianos en el que
evidentemente no mostró ninguna reflexión mas sobre una acusación de este tipo que indudablemente generalizaba siendo en su supuesto el propio Cristo y sus apóstoles judíos también.

Hay que tener en cuenta además que Eusebio de Cesarea era contemporáneo del siglo III, el primer concilio se celebro en el siglo IV el 325 en Nicea por Constantino I por consejo del obispo san Osio de Córdoba.

Como referencia a tener en cuenta con respecto a la Diáspora de los judíos del siglo I, es indudable que resulta de mayor rigor y credibilidad las aportaciones de Flavio Josefo el cual fue contemporáneo directo y activo durante esos acontecimientos que produjeron la Diáspora.

JOSEFO (Flavio)

Descendiente de la familia sacerdotal, nació en Jerusalén el año 37 o 38 d.C. Perteneciente al partido fariseo, comenzó la carrera de abogado a los 26 años, dirigiéndose a Roma, donde consiguió la absolución de unos sacerdotes judíos.
En el año 66 d.C., tomó parte en la revuelta judía contra los romanos. Hecho prisionero, y después liberado, se puso al servicio de estos últimos. Acompañó a Tito en su última campaña en Palestina, estando presente en la caída de Jerusalén el año 70 d.C. Establecido en Roma y gozando del favor imperial, se consagró a la redacción de sus obras, muriendo a fines del siglo I.

Obras:

Las Guerras de los Judíos da relación de la historia de los judíos desde los Macabeos hasta la destrucción de Jerusalén, ocupando la mayor parte del libro la última revuelta que llevó a la destrucción del Templo y de Jerusalén.

Las Antigefrac14;edades de los Judíos es una obra que expone, en veinte libros, la historia general del pueblo judío. El autor da una gran cantidad de preciosos detalles acerca del periodo desde los Macabeos hasta Herodes. Su tendencia habitual es acercar, en el plano cultural, al pueblo judío a los griegos y romanos. Compara las concepciones de los rabinos con las ideas de los filósofos griegos. El célebre pasaje sobre Jesús (18:2-4) no parece ser una interpolación total, ya que en la antigua versión árabe existe, aunque sin el entusiasmo con que aparece en las versiones occidentales.

El escrito Contra Apión es una defensa del judaísmo, lleno de datos útiles acerca de las creencias y costumbres de los judíos de la diáspora (véase DIÁSPORA).

Bibliografía:

Josefo, F.: Contra Apión (Trad. F. Samaranch, Ed. Aguilar, Madrid, 1967);

Las Guerras de los Judíos, incluyendo la autobiografía del mismo Flavio Josefo (Ed. Clíe, Terrassa, 1983);

Complete Works (trad. al inglés por W. Whiston, pub. en 1867, reimpresión 1960/1978 por Kregel Pub., Grand Rapids).

La destrucción de Judea y el que gran parte de la población judía fuera asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida, trajo consigo que la autoridad religiosa pasara del Templo a los rabinos, que recogieron sus interpretaciones sobre el Tanaj en el Talmud: los que permanecieron en la recién creada provincia romana de Palestina lo hicieron en el Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmi), y los exiliados en el Talmud de Babilonia (Talmud Bavli), que fue redactado en esa ciudad.

A partir del siglo II a.e.c. todos los escritores (Filón, Séneca, Estrabón) mencionan poblaciones judías en muchas ciudades de la cuenca del Mediterráneo.

Los judíos fueron aceptados en el Imperio romano e incluso llegaron a ser ciudadanos, pero con la llegada del cristianismo las restricciones crecieron. Las expulsiones y persecuciones forzadas dieron lugar a cambios substanciales en los centros de la vida judía a los que las comunidades de lugares alejados seguían, aunque no se mantuvo la unidad debido a la
dispersión. Hubo asentamientos en todas las provincias romanas de Oriente Medio, Europa y África.

Recordemos como fue inicialmente constituida Judea.

Fue dividido en dos reinos: Reino de Israel, al norte, y el Reino de Judá, al sur. Israel fue transformado en tributario de Asiria y después de subir al trono, en 721 a. C., Sargón II conquistó el reino y deportó a la mayor parte de sus habitantes. Al sur, el Reino de Judea conservó su precaria independencia hasta 587 a. C., cuando Nabucodonosor II lo conquistó
y deportó a su población a Babilonia. En 539, cuando el emperador persa Ciro el Grande se apoderó de Babilonia, muchos hebreos pudieron regresar a Israel. Después de la conquista del Imperio persa por el macedonio Alejandro el Grande, toda la región quedó sometida a la influencia helenística.

Existe una sustancial diferencia entre la Judea pre-romana y la Judea romana.

La pre-romana era una región árida y montañosa, que en gran parte se considera un desierto. Varía mucho en la altura, llegando a una altitud de 1.020 metros en el sur del país en el Monte Hebrón, 30 kilómetros al suroeste de Jerusalén, y descender hasta los 400 metros bajo el nivel del mar al este de la región. Las principales zonas urbanas de la región incluyen
Jerusalén, Beitar Illit, Belén, Efrat, Gush Etzion, Jericó y Hebrón.

Mientras que en la Judea romana se le añadieron los territorios de Samaria en el centro e Idumea al sur, además de Batanaea (Bashan) y Trachonitis (Trajón) al este de Gaulanitis (por decisión del emperador Augusto), con lo que se formó la provincia romana de Iudaea. Esta provincia fue gobernada por un prefecto, siendo uno de los más famosos Poncio Pilato. Como testimonio al título praefectus de Pilato, Arquelao fue etnarca de Judea, Samaria e Idumea, hasta que en el año 6 d. C. los romanos, cansados de su brutalidad, lo depusieron y pasaron a gobernar directamente la región. Entre los años 41 y 44 d. C. la provincia de Iudaea gozó de cierta autonomía cuando Herodes Agripa I llegó al poder, nombrado por el emperador Claudio. Cuando el hijo de Agripa, Herodes Agripa II murió en el 100, la provincia pasó al completo control de Roma.

Con esto consideramos en un principio el significado de pueblo de Israel, judíos, descendientes de los israelitas.

Sobre el concepto de pueblo ya se trato que en relación a ser descendientes de…(….) se debe tener en cuenta quienes fueron exiliados en el siglo I, a donde fueron llevados ya que según la metodología romana y sobre todo tras alcanzar esa victoria frente a una guerra o intervención militar eran conducidos como esclavos al resto de su imperio, lo cual no impide que una vez que Judea llega a ser parte de ese imperio algunos fueran utilizados como esclavos en el mismo lugar donde fueron vencidos, también hay que tener en cuenta que el imperio romano sucumbía y se deterioraba sustituyéndolo el cristianismo que también afecto a los judíos que se quedaron en Judea.

Durante los últimos veinte años, las diversas excavaciones llevadas a cabo por numerosas expediciones de Israel y del exterior han puesto en descubierto impresionantes restos de la olvidada grandeza de la ciudad en la época romana y de la cruzada.

El historiador romano Cornelio Tácito en sus Anales y en Historias (que cubren del 55 al 120 dc en 16 libros), y en Vidas Paralelas del griego Plutarco o el romano Suetonio en Vidas de los Doce Césares ; y en la Historia romana del asiático Apiano (24 libros), que escribe en griego a mediados del siglo III. La Historia Romana (80 libros) del griego Dión Casio.
Todos ellos narraron la historia de la expansión romana en Asia Menor, incluida Judea y Palestina.

En el año 135 los romanos aplastaron la segunda revuelta judía. Jerusalén fue tomada en asalto, arrasada, y la nación judía dispersada. La Ciudad Santa fue reconstruida a la manera romana y poblada por gentes de origen no judío, según escribe el historiador Eusebio.

Los romanos habían sido durante años sorprendentemente tolerantes con las costumbres judías. Los judíos residentes en Atenas, por ejemplo, se consideraban a sí mismos miembros de la nación de Judea, aunque llevasen viviendo allí durante varias generaciones.

Con este argumento, las comunidades judías que había en muchas ciudades conquistadas por Roma, como Corinto, Mileto y otras, quedaban exentas de las obligaciones que tenían que soportar los demás pueblos. Así, los judíos de Éfeso estaban exentos del servicio militar y algunas de las poblaciones fundadas por judíos en Siria en tiempos de Antíoco estaban exentas
de pagar impuestos.

Las cosas empezaron a cambiar a partir del momento en que los romanos conquistaron Judea en el año 63 aC.

La ocupación provocó protestas en las comunidades judías de todas las ciudades del imperio pero, ante la perspectiva de perder los privilegios adquiridos durante años, las protestas no pasaron de ser eso: protestas.

Pero en territorio judío las protestas llegaron a convertirse en una feroz oposición contra los opresores extranjeros.

Para vencer esa oposición los romanos se enfrentaron y persiguieron a los más duros activistas antiromanos y como es natural de los diversos grupos religiosos judíos surgieron sectas cada vez más radicales.

El fanatismo y la intransigencia de algunas de estas sectas, entre ellas la de los nazoreos, era tan grande que los romanos acabaron por quitarles el control del templo y dárselo a un grupo de sacerdotes judíos más moderados, los saduceos, que dirigieron el templo hasta mediados del siglo siguiente. Para minar aún más su poder, debieron compartir el control del templo con otra secta judía, los fariseos.

Mientras tanto los nazoreos fueron siendo cada vez más perseguidos hasta el punto de que, durante el reinado de Herodes el Grande, fueron destruidas varias de sus comunidades y tuvieron que ponerse en fuga en dirección a Damasco.
Algunas comunidades se establecieron en las ciudades fundadas al sur de Damasco en tiempos de Antíoco Epífanes. Otras llegaron aún más lejos, hasta el Eufrates y luego río abajo para fundar varias ciudades en las costas del golfo pérsico.

A la muerte de Herodes volvieron del exilio algunas comunidades y comenzaron a reconstruir los asentamientos que habían tenido que abandonar iniciando una nueva etapa pública y consiguiendo numerosos adeptos entre el pueblo, si bien el templo siguió estando bajo el control de fariseos y saduceos.

Mientras tanto los romanos se convirtieron de república en imperio y comenzaron a deificar a sus emperadores y relizaron un censo en Judea con el fin de recaudar impuestos. Todo ello iba contra el mismo corazón de las creencias judías que, tras el primer censo realizado el año 6 dC iniciaron una revuelta dirigida por Judas de Galilea que acabó con la muerte
de muchos judíos.

En el año 26 el emperador Tiberio nombró a Poncio Pilato procurador de Judea.

Al llegar a Cesárea, Pilato envió la guarnición romana a Jerusalén mientras él descansaba unos días del viaje. Fuera por ignorancia o a propósito, los batallones romanos llegaron a Jerusalén llevando estandartes con la imagen del emperador, cosa que estaba completamente prohibida por los judíos.

Un grupo de éstos emprendió el camino hacia Cesárea para pedir a Pilato que retirara los estandartes pero al llegar tuvieron que esperar durante varios días antes de ser recibidos. Al recibirlos, Pilato hizo que los rodearan los soldados y les amenazó con que desistieran de sus pretensiones o serían degollados.

La respuesta de aquellos judíos fue inclinarse y descubrir el cuello. Ante la perspectiva de empezar su gobierno con una matanza, Pilato accedió a retirar los estandartes pero desde entonces no perdió la menor oportunidad de tomar decisiones que pudieran molestar a los judíos.

Una de éstas fue la adopción de las unidades de medida romanas cosa que provocó varias manifestaciones de protesta por parte de los judíos pero pronto las aguas volvieron a su cauce.

No ocurrió lo mismo en el año 31, cuando necesitado de dinero para la construcción de un acueducto, ordenó que se embargaran los tesoros del templo.

Fariseos y saduceos realizaron una débil protesta, más que nada de cara al público, aunque no tenían la menor esperanza de ser atendidos.

La respuesta de Pilato ante esta protesta fue despectiva pues para entonces ya sabía perfectamente que fariseos y saduceos no arriesgarían la posición que tenían en el templo y en la sociedad judía.

Mucho más elocuente fue la protesta de los nazoreos, algunos de cuyos miembros dirigieron duras críticas a Pilato y organizaron manifestaciones del pueblo.

En una de estas manifestaciones Pilato hizo que varios soldados se disfrazaran con ropas civiles y se infiltrasen en la manifestación.

A una señal los soldados sacaron porras con las que golpearon a los manifestantes provocando una estampida que causó varias decenas de muertos.

En este ambiente de violencia, desprecio y recelo, no podía pasar mucho tiempo sin que los enfrentamientos entre judíos y romanos fueran cada vez más graves.

El asedio de Jerusalén fue más duro de lo que Tito esperaba. Al no poder romper la defensa de la ciudad en un solo asalto, el ejército romano se vio obligado a sitiarla, estableciendo un campamento en las afueras. La cercada Jerusalén carecía de agua y alimentos suficientes para todos los situados, tomando en cuenta que muchos centenares de peregrinos habían llegado en meses pasados para celebrar la Pascua judía pero ahora los romanos les impedían por la fuerza salir de la ciudad, con el fin que estos pregrinos causaran mayor presión sobre la menguada existencia de provisiones.

Dentro de Jerusalén la gente moría por millares, de enfermedad y de hambre. Pero los revolucionarios judíos no estaban dispuestos a rendirse y arrojaban por encima de las murallas a aquellos pacifistas que les parecían sospechosos. Los defensores de la ciudad contaban con cerca de veinticinco mil combatientes divididos en zelotes, al mando de Eleazar ben Simón
(ocupaban la fortaleza Antonia y el Templo), sicarios, al mando de Simón ben Giora (dominando la ciudad alta), idumeos y otros, a las órdenes de Juan de Giscala.

Tito también recurrió a la guerra psicológica. Antes de atacar las murallas de Jerusalén, ofreció a los sitiados un espectáculo: el ejército romano en su totalidad se desplegó a la vista de los asediados, para impresionarlos con su enorme poderío. Apeló también a los servicios del ex prisionero judío Flavio Josefo exhortándole que arengara a sus compatriotas que se rindieran. Así lo hizo Josefo: «Que se salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra,
está ahora con Italia» (Guerra V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en ella» (Guerra V, 399);
«¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos convertidos en perversos?» (Guerra V, 413). Lo que Josefo quería demostrarles a los zelotes sublevados es que Dios ya no estaba con ellos y por tanto su lucha no sería exitosa. Pero Josefo no logró convencer a sus compatriotas sitiados, sino que, al contrario, suscitó una reacción de rechazo.

En el verano del año 70 los romanos, tras lograr romper las murallas de Jerusalén, entraron y saquearon la ciudad. Atacaron, en primer lugar, la fortaleza Antonia y seguidamente ocuparon el Templo, que fue incendiado y destruido el día 9 del mes judío de Av del mismo año; al mes siguiente cayó la ciudadela de Herodes.

Conquistada Jerusalén, en la primavera del año 71 Tito parte hacia Roma, habiendo encargado la tarea de terminar las operaciones militares en Judea a la Legio X Fretensis bajo las órdenes del nuevo gobernador de Judea, Lucilio Baso. Debido a una enfermedad, Baso no completa la misión, por lo que es sustituido por Lucio Flavio Silva. Así, Silva marcha hacia la última fortaleza judía que quedaba en pie, Masada, en el otoño del año 72. De acuerdo con Josefo, cuando los romanos finalmente lograron entrar a Masada (año 73) descubrieron que 953 defensores, bajo el liderazgo del líder sicario Eleazar ben Yair, habían preferido suicidarse en masa antes que rendirse.

Tras la revuelta, toda Judea se convirtió en una provincia en ruinas, con una Jerusalén reducida a escombros y el Templo destruido. Aproximadamente 1.100.000 judíos murieron y 97.000 fueron capturados y esclavizados. Desde el punto de vista histórico, la derrota de los judíos fue una de las causas de la Diáspora —numerosos judíos se dispersaron tras perder su estado y algunos de ellos fueron vendidos como esclavos en diferentes lugares del Imperio romano—, y una de las mayores catástrofes de la historia judía, que acabó con la historia del estado judío en la antigüedad. Desde el punto de vista religioso, por otro lado, la destrucción del Templo de Jerusalén supuso la pérdida espiritual más importante de los judíos, que todavía hoy recuerdan en el día de duelo de Tisha b’Av.

Alrededor del año 135, el emperador Adriano decidió reconstruir la ciudad con el nombre de Aelia Capitolina, lo que provocó una nueva revuelta entre los judíos, que terminó en el 135 con la victoria romana y la expulsión y exilio de la mayor parte del pueblo judío, conocida como la Diáspora. El territorio de Judea pasó a ser la provincia romana de Siria Palestina o Palestina.

El destino de Jerusalén siguió ligado a sucesivas conquistas y conflictos, formando parte del Imperio Romano de Oriente o Imperio bizantino, dentro del cual fue una de las cuatro sedes de importancia religiosa doctrinal del cristianismo, junto con Constantinopla, Antioquía y Alejandría.

El año 326, el emperador Constantino I el Grande mandó a levantar la Iglesia del Santo Sepulcro, que se constituyó en uno de los principales lugares religiosos del cristianismo.

El año 614 el Imperio sasánida conquistó la ciudad, rigiéndola hasta el año 638, siendo desplazado por la expansión musulmana que ocupó la ciudad incorporándola al Califato Omeya de Damasco, al califato Abbasí y al Imperio otomano sucesivamente.

Entre los años 687 y 691 se construyó la Cúpula de la Roca. En 710 se terminó de erigir la Mezquita de Al-Aqsa. Ambos templos son importantes puntos religiosos de la religión musulmana.

En 1095 el papa Urbano II predicó en el Concilio de Clermont la Primera Cruzada dirigida a conquistar Jerusalén de los musulmanes. El noble francés Godofredo de Bouillón logró este cometido y luego de efectuar una masacre conquistó la ciudad y creó el Reino de Jerusalén del cual fue su hermano Balduino I, el primer representante con el título de Rey de
Jerusalén. Durante los siguientes años la presencia de las Órdenes Militares cristianas fue intermitente en la ciudad, alternado con la presencia de tropas musulmanas, entre los cuales se distinguió Saladino, que asedió y conquistó definitivamente la ciudad en el año 1244.

Las murallas de Jerusalén fueron destruidas y reconstruidas muchas veces. Las actuales murallas fueron levantadas en 1538 por el sultán otomano Solimán el Magnífico y continuó bajo dominio otomano hasta el final de la Primera Guerra Mundial.

Las persecuciones fueron más intensas a partir de la Primera Cruzada y fueron seguidas por expulsiones. Los judíos expulsados de Francia (1396) y Austria (1421) huyeron a Polonia; son los askenazíes, que hablan yidis, lenguaje derivado del alemán. La mayoría de los cerca de 200.000 sefarditas se refugiaron en el Imperio otomano, Holanda y África del norte.

La fecha del primer establecimiento de judíos en las regiones Romans llamado Superior de Germania, Inferior de Germania, y el Magna de Germania no se sabe. El primer documento
auténtico referente a una comunidad judía grande y bien-organizada en estas regiones esta fechada a partir del 321 siglo IV, y se refiere a la Colonia El Rin indica que la personalidad jurídica de los judíos allí era igual que en otra parte del Imperio romano.
Gozaron de algunas libertades civiles, pero eran restrictivos con respecto la difusión de su fe, no podian tener esclavos cristianos, ni cargos en el gobierno.

En el siglo XI abarcaron solamente el 3% de la población judía mundial, En un sentido religioso, un judío de Ashkenazi es cualquier judío cuya tradición y ritual y de la familia siga la práctica Ashkenazi. Cuando la comunidad de Ashkenazi primero comenzó a convertirse en la Edad Media tempranas y hasta el siglo IX, los centros de la autoridad religiosa judía estaban en el mundo islámico, en Bagdad y en la España islámica. Ashkenaz (Alemania) era tan distante geográficamente que desarrolló un Minhag propio, y asta el hebreo vino a ser pronunciado de manera distinta.

En un sentido étnico, un judío Ashkenazi es uno cuya ascendencia se puede remontar a los judíos de Centro Europa y de Europa Oriental desde hace mil años.

La localización del ADN ancestral maternal del cual procede el Ashkenazi sigue siendo obscuro e incierto. Al analizar secuencias completas del DNA mitocondrial maternal (mtDNA), indica que cerca de una mitad de judíos Ashkenazi, han dado como resultado el poder ser rastreados solamente sobre cuatro mujeres que llevan los mtDNAs distintos que estan virtualmente ausentes en otras poblaciones, con la excepción importante de mostrar frecuencias bajas que no estan presentes entre los judíos no-Ashkenazi. Concluimos que se originan de cuatro mtDNAs distintos.

En un estudio de Almut Nebel y otros les ha sorprendido que esta presente un haplogroup del cromosoma, que se ha encontrado en los judíos Ashkenazi, que predominantemente
proceden del Este de Europa y de Asia central. Este hecho puede aclarar los vestigios con respecto a  que proceden de los Khazars ya desaparecidos de forma inesperada desde hace mil años, era una tribu de Turkic de Asia central, puesto que este haplogroup también se encuentra en las frecuencias medias y altas en Asia central y Rusia/Ucrania meridionales, y por eso, este haplogroup habría podido estar presente en los Khazars. También, los resultados de este estudio apoyan la hipótesis de un solo fundador masculino que introdujo el haplogroup R-M17 (que es casi 3 veces el doble y  más común en los judíos Ashkenazi que en los judíos Sephardic).

En referencia a la gente judía del Northern Europe y particularmente Renania, el Ashkenazi es una palabra que se encuentra a menudo en la literatura rabínica medieval. Las referencias a Ashkenaz en el Yosippon y el ibn Shaprut de Hasdai ‘letra s al rey Khazars fecharían el término de la presencia de estos desde el siglo X.

Ashkhenaz también se registra como siendo un reino armenio antiguo, y los armenios hablan de sí mismos en su literatura como “la nación de Ashkenazi” como descendientes supuestos del nieto Ashkenaz de Noah. La literatura judía, compara también a veces el lugar geográfico Ashkenaz con Armenia. El » Ashkuza» también se han ligado a la rama de
Oghuz de turcos incluyendo casi toda la gente de Turkic hoy de Turquía a Turkmenistan.

Como consecuencia, en el siglo XVII casi no vivían judíos en la Europa occidental. La tolerante Polonia tenía la mayor población judía de Europa, pero la tranquilidad acabó tras la sublevación de los cosacos en 1648 y las guerras suecas de 1655.

Khazaria.com (también conocido como Khazaria Info Center) es el sitio web en inglés del American Center for Khazar Studies, fundado en 1995 por Kevin Alan Brook. El sitio está dedicado a la catalogación y citación de toda la información disponible sobre los jázaros, su historia, cultura, idioma y religión, así como la historia de los judíos en Rusia, Polonia,
Armenia, Europa Oriental y el Cáucaso.

Regularmente se publican artículos sobre las excavaciones arqueológicas y descubrimientos relacionados con los jázaros. En el sitio web existe un espacio dedicado a debatir las razones y consecuencias de la conversión de los jázaros al judaísmo, así como para explorar el destino final del pueblo jázaro. Khazaria.com contiene además artículos y enlaces a publicaciones de pruebas genéticas, genealogía y estudios de las reclamaciones de la herencia jázara por parte de muchos grupos, incluidos los judíos askenazíes y caraítas de Crimea.

El sitio web ofrece también enlaces e información sobre los modernos pueblos túrquicos y diversos grupos judíos.

http://www.khazaria.com/

 

En el siglo VII, los jázaros fundaron un kanato independiente en el Cáucaso Norte a orillas del mar Caspio, donde con el paso del tiempo el judaísmo se convertiría en religión oficial. En su momento de máximo esplendor, ellos y sus tributarios controlaron buena parte de lo que hoy es el Sur de Rusia, Kazajistán Ucrania, parte importante del Cáucaso (Daguestán,
Azerbaiyán, Georgia…) y Crimea.

Los jázaros fueron importantes aliados del Imperio bizantino contra el Imperio sasánida, además de constituir una significativa potencia regional en su momento de máximo esplendor. Emprendieron una serie de guerras, todas victoriosas, contra los califatos árabes, evitando así posiblemente la invasión de la Europa Oriental. A finales del siglo X, su poder
declinaría frente al Rus de Kiev, desapareciendo misteriosamente de la historia.

La estructura tribal de los jázaros sigue sin conocerse totalmente. Parecen haber estado divididos, como muchas otras naciones turcas, entre ak-jázaros («jázaros blancos») y kara-jázaros («jázaros negros»).

La diferenciación blanco-negro es una división social en tribus nómadas eurasiáticas que asocia el grupo «blanco» a la nobleza, la elite guerrera y las clases dirigentes, mientras que el grupo «negro» se referiría a plebeyos, burgueses,…

Peter Golden postuló que la etnia jázara era una mezcla de hunos y otros pueblos turcos, como los sabir y hunos norcaucásicos, así como elementos de köktürks.

Sobre 739, las fuentes árabes describen al líder jázaro, Parsbit o Barsbek, como una mujer que había dirigido campañas militares contra ellos. Esto sugiere que las mujeres podían haber ocupado altos cargos dentro del Estado jázaro, posiblemente incluso el propio qagan.

Aunque detuvieron la expansión árabe hacia la Europa Oriental durante algún tiempo tras estas guerras, los jázaros acabaron obligados a retirarse tras el Cáucaso. Durante las siguientes décadas extendieron sus territorios desde el mar Caspio al este (muchas culturas todavía llaman al Caspio el «mar Jázaro»: «Hazar Denizi» en turco, «Bahr ul-Khazar» en árabe, «Darya-ye Khazar» en persa) a las regiones esteparias al norte del mar Negro en el oeste, llegando al río Dniéster.

Se sabe que los judios vivían cerca del ejército Jazaro, trabajando como artesanos, médicos, armeros y comerciantes.

Del escritor serbio Milorad Pavic. Hoy, casi tres décadas después de la publicación del libro y de los descubrimientos, sigue siendo un dilema si en Serbia vivieron los jázaros convertidos al judaísmo o existe un cementerio auténticamente jázaro. Las futuras generaciones de arqueólogos probablemente encontarán la respuesta.

Como comentó Raymond Scheindlin en su libro The Chronicles of the Jewish People (Las Crónicas del Pueblo Judío):

«Para los judíos oprimidos del mundo, los Khazares fueron una fuente de orgullo y esperanza, para demostrar a través de su existencia que Dios parecía no haber completamente abandonado su Pueblo.»

La carta de Hasdai, y la contestación que le envió Yosef, fue preservada en gran parte gracias al trabajo del estudioso Yitzhak Aqrish (1489-1578?), un judío español que después vivió en Egipto.

Aqrish descubrió copias de las cartas de Hasdai y de Yosef en El Cairo. En 1577 él publicó estas cartas en Constantinopla en un panfleto en hebreo llamado Kol Mebasser («La Voz del Mensajero de Buenas Nuevas»). La publicación de Aqrish de estas valiosas cartas fue diseñada para levantar el espíritu de los judíos oprimidos alrededor del mundo.

Pero Hasdai le escribió a Yosef justo antes de que comenzaran a desarrollarse los eventos que finalmente aplastaron al reino de Khazaria. Los Pechenegos, Rusos, Oghuzos y Bizantinos cayeron sobre el reino desde la década de los años 960 hasta la del 1010, agobiándolos. Después de la caída de Khazaria las referencias de los turcos Khazares Judaizados fueron haciéndose mucho más esporádicas.

Pero aun después del otoño final de Khazaria en el siglo 11, allí seguían habiendo muchos Khazares que continuaban siendo judíos. Abraham Ibn Daud, cuando estaba escribiendo el Sefer ha-Qabbalah en el año 1161, señaló que se encontró a los estudiantes Khazares personalmente mientras estuvo en Toledo, España y que ellos eran judíos rabínicos.

El último destino de los Khazares todavía está revestido un poco de misterio, aunque algunas pistas apuntan a su persistencia entre varias comunidades judías, musulmanas, y cristianas. Algunos han especulado que los Judíos Montañeses del Caucaso Oriental descienden en parte de los Khazares.

Varios grupos turcos que viven actualmente en el Norte del Caucaso podrían descender de Khazares que adoptaron el Islam. Abba Eban, el ministro de relaciones exteriores de Israel entre 1966 a 1974, defendió en 1968 en su libro My People que es probable que «los descendientes de los Khazares alcanzaron diversas comarcas eslavas donde ayudaron a construir los
grandes centros judíos de Europa Oriental.»

El estudio sistemático de los Khazares sólo comenzó en el siglo 19 y a lo largo del siglo 20 se hicieron muchos descubrimientos importantes.

En el moderno Israel existe un interés considerable en la gran historia del pueblo judío de Khazaria.
Varias novelas israelíes incluyen temas y caracteres de Khazares. En 1997 el periodista israelita Ehud Ya’ari transmite un fascinante documental de tres partes acerca de los Khazares que tituló Memlekhet ha-Kuzarim.

Medios de comunicación israelíes como The Jerusalem Report y The Jerusalem Post de vez en cuando han cubierto la historia de los Khazares.

En 1999 el primer Simposio Internacional sobre Khazaria se efectuó en Jerusalén, reuniendo a muchos de los más brillantes investigadores modernos acerca de Khazaria procedentes de Rusia, los Estados Unidos e Israel.

Shlomo Sand, profesor de Historia de Europa en la Universidad de Tel Aviv, acaba de publicar “Cuándo y cómo se inventó el pueblo judío”, donde cuestiona algunos principios de la historia sionista oficial.

Retomando lo que expuse al principio sobre la Diáspora, habría que considerar que las razones por las cuales se produjo aquella intervención militar por parte de Tito sobre el 70 d.e.c. eran por las incesantes rebeliones que se producían por parte de los judios contra la presencia romana, un detalle a tener en cuenta era que aquellos que se organizaban contra roma eran judios religiosos por definirlos de alguna forma para que sea comprensible y que por tanto aquellas ingerencias por parte de las autoridades romanas  sobrepasaban  onstantemente los conceptos legales que tenían los judios sobre su modo de vida y sobre como debería ser respetado el Templo que por aquel entonces aun existía.

Se produjeron tres rebeliones importantes por parte de los judios asta culminar con aquella definitiva intervención por parte de las legiones romanas, el asedio produjo muchas mas victimas que la propia intervención en si, el hambre, la enfermedad, el tedio y el dolor asomaban sobre los muros de Jerusalem en forma de cadáveres que se arrojaban para evitar un
mal mayor, tambien habían entre los judios quienes intentaban convercer a su pueblo de evitar ese enfrentamiento, quiezas por preservar el Templo, quizas por evitar mas muertes innecesarias.

De aquellos que sobrevivieron y que no fueron muchos, tras ser capturados y atados siendo conducidos como el ganado hacia las afueras de la ciudad, se volvían sobre sus espaldas
contemplando la gran humareda que surgía de entre los escombros de la ciudad y muy especialmente de su Templo, esto en realidad era una despedida.

Muchos fueron llevados como esclavos, algo muy usual por parte de los romanos tras alcanzar una victoria, saquearon todo lo que pudieron y convirtieron la ciudad y sus alrededores en una provincia romana mas, para los que se les permitieron quedarse como siervos y esclavos se les prohibía bajo pena de muerte entrar en la ciudad.

Con el auge que experimento el cristianismo asta los pocos judios que se les permitieron permanecer en Judea fueron en gran parte o en su mayoria llevados a otros lugares.

Poco después de derrotar a los cartagineses en la península, Roma decidió incorporar a sus dominios los territorios entonces bajo su control militar, que por entonces incluía todo el levante desde Ampurias a Cartago Nova y la casi totalidad de Andalucía, tanto el valle del Guadalquivir como la zona de las cordilleras béticas y Sierra Morena al norte. Dicho
territorio fue dividido en dos provincias separadas por una frontera que discurriría desde el oeste de Cartago Nova hacia el norte, debiéndose repartir los territorios conquistados desde entonces entre ambas provincias. A una provincia la llamaron Ulterior (la más alejada de Roma) y a la otra, Citerior (la más cercana a Roma). El territorio que cada una de estas englobaba fue variando con el tiempo, a medida que Roma conquistaba nuevos territorios ibéricos.

Los Romanos estuvieron en la Península Ibérica durante muchos siglos. Entraron con la excusa de defender a los pueblos Iberos de los Cartagineses a mediados del siglo III a. C., y ya no se fueron. Poco a poco se apoderaron y colonizaron las distintas tierra de la Península Ibérica, aunque tardaron varios siglos en conseguir pacificar todo el territorio, hasta que vencieron a los Cántabros y Astures a principios del siglo I d. C. Después la Península se convirtió en varias provincias romanas hasta que en el siglo V los invasores Bárbaros, los Suevos, Vándalos y Alanos y, más tarde, los Visigodos, se hicieron con el poder. La superior cultura romana influyó decisivamente en los pobladores autóctonos, que se dejaron seducir y modificaron su manera de ser, adoptando usos latinos, la lengua, las instituciones, etc.

La economía de Hispania experimentó una fuerte evolución durante y tras la conquista del territorio peninsular por parte de Roma, de tal forma que, de un terreno prometedor aunque ignoto, pasó a convertirse en una de las más valiosas adquisiciones de la República y el Imperio y en un puntal básico de la economía que sustentaba el auge de Roma.

Además de la explotación de los recursos minerales, Roma obtuvo con la conquista de Hispania el acceso a las que probablemente fueran las mejores tierras de labor de todo el territorio romanizado. Por lo tanto, se hacía necesario poner aquellas tierras en explotación cuanto antes. Durante toda la dominación romana, la economía productiva hispana experimentó una gran expansión, favorecida además por unas infraestructuras viarias y unas rutas comerciales que le abrían los mercados del resto del imperio.

Sin duda, el primer interés de Roma en Hispania fue extraer provecho de sus legendarias riquezas minerales, además de arrebatárselas a Cartago. Tras el final de la Segunda Guerra Púnica, se encomendó a Publio Escipión «el Africano» la administración de Hispania, prestando una especial atención a la minería. Roma continuaría las prácticas de extracción que habían iniciado los pueblos íberos y que posteriormente los cartagineses mejorarían importando las técnicas usadas en el Egipto ptolemaico.

En tiempos de Estrabón (siglos I a. C. – I d. C., durante la transición entre la República de los dictadores y el Imperio), se otorgaron pues concesiones de explotación a particulares. Este sistema permitió el rápido enriquecimiento de ciertas familias que, procedentes de Italia, se habían instalado en Hispania con este fin. En otros casos, las minas podían pertenecer a una ciudad (generalmente a una colonia). Los beneficios de las minas hispanas fueron inmensos y se mantuvieron durante todo el periodo de dominio romano de siete siglos, lo que
convertía a Hispania en un puntal económico de Roma. Las crónicas expresan con bastante fidelidad las cifras de la producción minera, que ya en el siglo II a. C. eran de más de nueve millones de denarios anuales, mientras los botines de guerra del mismo periodo nunca fueron en total superiores a poco más de la tercera parte de esta cifra.

El sistema socioeconómico romano giraba alrededor de la ciudad como centro de producción, comerico y administración de las zonas colindantes (territoria).

Las antiguas ciudades de Hispania, ahora colonias romanas, perdieron su autonomía política y se adaptaron a esta función. Roma creó otras ciudades que muchas veces nacieron como campamentos militares.

Los esclavos fueron la principal fuerza motriz de este sistema. Se obtenían en las guerras de conquista.
Hasta fines del s. I las guerras de expansión romana los proporcionaron en abundancia.

Los esclavos trabajaban duramente en los talleres de la ciudad, en el campo, en las minas, o en los trabajos domésticos. Bastantes acabaron obteniendo la libertad.
Plantearon dos problemas: su manutención y su rebeldía.

Es casi imposible imaginar Roma, y no pensar en la esclavitud, aún en sus tiempos más remotos, entendiéndose por esclavo al ser humano privado de su libertad, por estar sometido a la potestad de un amo. El esclavo es, en Roma, un hombre pero no una persona, ya que no está alcanzado por las normas jurídicas, que no le imponen derechos ni obligaciones. Es una cosa, un objeto, una mercancía, por lo tanto, se puede comprar y vender.

Sin embargo, Roma, no puede considerarse esclavista hasta mediados del siglo III a. C., cuando inició la conquista de un imperio más allá de sus fronteras.

En un principio, los esclavos, poco numerosos, convivían en la casa familiar, compartiendo el culto y los trabajos. Es a fines del siglo III a. C., cuando el número de esclavos aumenta, como consecuencia de las guerras de conquista, se los mantiene alejados de la casa familiar y crece la tensión en relación al sometimiento.

Había diferencias sociales entre los mismos esclavos. No era lo mismo ser esclavo por motivo de guerra, que ser nacido de mujeres esclavas. Estos últimos recibían el nombre de vernae y gozaban de cierto prestigio que los distinguían de los primeros, que no habían nacido en esa condición, habiendo sido convertidos en tales, por causa de la guerra.

Otro modo de obtener esclavos era el abandono de niños, quienes los recogían eran libres de hacerlos esclavos si así lo deseaban.

También el comercio a larga distancia, con pueblos y comunidades más allá de las fronteras del imperio, era para Roma un modo más de abastecimiento de nuevos esclavos. El
historiador Procopio constató la costumbre de los comerciantes romanos de cambiar sal y granos por esclavos. Otro medio, era la piratería.

Para aquellos que se convertían en víctimas de guerra, el salto brusco y repentino de un estado de libertad a un estado de servidumbre, de ser dueños de sus actos, a convertirse jurídicamente en res (cosa) debía ser aniquilador.

En el año 22 a. C., dos tribus hispánicas, los satures y los cántabros, se rebelaron contra el poder romano. Rápidamente fueron contenidos y reducidos a la esclavitud, pero muchos prefirieron el suicidio antes que el sometimiento.

Los romanos también podían caer en esclavitud si otros pueblos los vencían. Así, en el año 28 d.C., un contingente de 400 tropas romanas, se dio muerte antes de arriesgarse a ser conquistados por los frisones.

No había ninguna actividad que les estuviera prohibida, salvo el servicio militar.

La libertad de un esclavo podía obtenerse a través de la manumisión, ya sea pública, otorgada por el estado o privada, a cargo de los dueños, por ejemplo, a través de un testamento o inscribiéndolos en el censo. Obtenida la manumisión, pasaban a convertirse en libertos, y algunos llegaron a ocupar cargos y obtener riquezas.

Las guerras de conquista obligaron a que muchos hombres adultos, tuvieran que incorporarse a las legiones, por un lapso mínimo de siete años. Muchas familias de campesinos
quedaron así privadas de la fuerza de trabajo.

Muchos ricos y poderosos, invirtieron en tierras italianas y muchos campesinos empobrecidos debieron abandonar sus tierras, siendo sustituida la mano de obra campesina
por la esclava.

En el año 136 a.C. acaeció en Sicilia una importante sublevación de esclavos que fue sofocada. Disturbios similares sucedieron en el resto de Italia, y Roma se enfrentó con
una nueva amenaza.

Espartaco, un gladiador Tracio, de una escuela de gladiadores de Capua, en el año 73 a. C., escapó y logró constituir un ejército de esclavos fugitivos, aproximadamente de 120.000 hombres, concentrados en el monte Vesubio. Se apoderó prácticamente de toda la Italia meridional, entre matanzas y saqueos.

En el año 72 a. C. derrotó los ejércitos de los cónsules Cornelio Léntulo y Lucio Gelio. En el año 71 a. C., Marco Licinio Craso venció a Espartaco en Bruttium, terminando la rebelión con la muerte de Espartaco y la crucifixión de 6.000 esclavos. A lo largo de la vía Apia, hileras de cruces llegaban de Roma a Capua. Pompeyo terminó con las bandas de rebeldes
que se habían salvado.

En general, la resistencia no era revolucionaria, ya que la mayoría de esclavos no estaba casi nunca motivada por imperativos ideológicos que hicieran referencia a cambios políticos y sociales, sino que solo trataban de protestar contra el sufrimiento y vengarse de sus propietarios.

Calístrato nos cuenta que los esclavos que conspiraban contra la seguridad de sus amos eran generalmente quemados vivos como castigo, lo que significa que las conspiraciones de este tipo no eran escasas.

En la antigua Roma, nunca se produjo la abolición de la esclavitud, aunque, sobre todo, en el Principado, obtuvieron una serie de mejoras.

Luego del cristianismo, siguió manteniéndose como institución, aunque mitigada en su rigor, pero reconocida como voluntad de Dios. Dijo San Agustín, que la esclavitud era el castigo que Dios imponía al pecado. A los esclavos devotos, las enseñanzas de obediencia y sumisión les bloqueaban automáticamente la posibilidad de reivindicar su libertad. En este
período se establecen concesiones, como la prohibición de marcar con hierro candente la cara de los esclavos o la calificación de homicida a quien causare la muerte intencional del esclavo. Los niños esclavos que fueran abandonados al nacer, fueron libres a partir de emperador Constantino.

Por tanto y en relacion a la Diaspora de los que habitaban Judea sobre el siglo I se puede concretar con una evidente exactitud que aquellos que fueron vencidos tras sucesibles rebeliones y dificultades ante aquella dominación romana fueron sin duda conducidos hacia la esclavitud y dirigidos posiblemente en un gran numero a Hispania por el significado que
tenia por aquella época el lo relativo a la explotacion minera especialmente y agraria entre otras, con lo que se podría considerar que tanto el exilio de ese pueblo hebreo forzado a abandonar sus tierras de origen, amancillado por la destrucción de aquel Templo y entregado a un destino incierto y que gracias a los elementos que nos proporciona hoy la historia, podemos llegar a la fácil conclusión de que esa Diáspora se produjo y que el destino fue por los motivos que se muestran de forma evidente Hispania y en un numero menor parte
del resto de Europa, con respecto a estos tambien tratare de dar fuentes que de alguna forma den a conocer quienes eran y que acontecimientos se produjeron con respecto a los que se involucraron con la identidad judia.

Es evidente que los que conocemos como judios Sefardies son los descendientes de los que llegaron a Hispania como esclavos desde Judea en razon de los intereses romanos para
explotar las riquezas de aquellas tierras que tanto significaron para aumentar sus riquezas y para mantener su predominio.

Engañaron a los Godos Hispanos y con esto se extendio tras la decadencia del imperio romano esta supremacia, lo que condujo a convertir a los hebreos en cristianos asta el siglo XV donde se produjo una situacion similar de conversion en Hispania.

Es cierto que algunos hebreos se convirtieron al cristianismo por voluntad propia, pero la gran mayoria fue victima tanto del predominio que ocupo ese lugar como de esos acomodados conversos hebreos.

Los que financiaron la conquista de Granada eran judios conversos al cristianismo.

Tras las capitulaciones en las que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón pactaron la rendición del reino de Granada con su monarca Boadbil, el 2 de Enero de 1492 se hace formal la entrega de la capital con el ceremonial de entrega de llaves.

El documento que sigue, es fragmento de estas capitulaciones pronto incumplidas por Castilla y que darán a sucesivas rebeliones moriscas, el nombre por el que se conoce desde
entonces a los andaluces musulmanes o andalusies y entre estos a los judios que convivian con estos.

… dejaran vivir al dicho Rey Muley
Baaudili y a los dichos alcaydes y alcaldes y sabios y mofties
alfaquies y alguaciles y caballeros y escuderos y viejos y buenos
hombres en comunidades chicas y grandes estar a su ley y no les
mandaran quitar sus algimas y sumas y alumedanos y torres de los
dichos aluedanos para que llamen a sus alsales y dejaran y mandaran
dejar a dichas algimas sus propios y rentas como ahora los tienen y
que sean juzgados por su ley coranica con consejos de sus cadies
segun costumbre de los moros y les guardaran y mandaran guardar sus
buenos usos y costumbres (…)

todas dichas personas (…) que se
quisieren ir a vivir allende de estas partes (…) que puedan vender
sus haciendas y bienes muebles y raices (…) y que si sus altezas lo
quisieren que los dejen pagandolos por sus dineros antes que a otro
(…) y que dichas personas que asi quisieren ir a vivir allende
(…) les dejen ir y pasar libre y seguramente con todas sus
haciendas y mercaderias y joyas y oro y plata y armas (…) les
manden fletar de aqui a setenta dias primeros siguientes diez navios
grandes (…) los haran llevar libre y seguramente a los puertos de
allende (…)

(…) y que desde en adelante por
termino de tres años primeros siguientes les mandaran dar a los que
durante el dicho término se quisieren pasar allende en navios (…)
no les mandaran llevar ni lleven por el dicho pasaje y flete de los
dichos navios derechos (…)

(…) hacer bien y merced al dicho Rey
Muley Baaudili y a los vecinos de la dicha ciudad de Granada y del
Albaicin y sus arrabales les haran merced por tres años primeros
siguientes que comiencen desde el dia de la fecha de este asiento y
capitulacion de todos los derechos que solian pagar por sus casas y
heredades con tanto que hayan de dar y pagar y den y paguen a sus
altezas los diezmos del pan y apaniso y asi mismo el diezmo de los
ganados que al tiempo del desmar quiere en los meses de abril y mayo
(…)

 

Muchos autores han insistido en la idea de que los musulmanes fueron recibidos como liberadores por los judíos de la Península Ibérica, que incluso ayudaron activamente, al igual que los seguidores cristianos de Witiza, al éxito de la invasión. Sin duda, su situación mejoró notablemente con respecto a la persecución casi continua que habían sufrido en época
visigoda, especialmente después de la conversión de Recaredo.

Los musulmanes, siguiendo las enseñanzas del Corán, consideraban que los cristianos y judíos, en tanto que «gentes del Libro», no debían ser convertidos a la fuerza al Islam y eran merecedores de un trato especial, la dhimma. Los dhimmi (en árabe ذمّي , «protegidos») tenían garantizadas la vida, la propiedad de sus bienes y la libertad de culto, así como un alto grado de autonomía jurídica, que les permitía, por ejemplo, acudir a sus propios tribunales para dirimir los asuntos de sus comunidades. Como contrapartida, estaban sujetos a impuestos extraordinarios, debían aceptar una situación social inferior y someterse a discriminaciones diversas, teniendo negado el acceso a la mayor parte de los cargos públicos: no podían, en concreto, acceder a funciones militares ni políticas en que tuvieran jurisdicción sobre musulmanes. El valor en tribunales musulmanes del testimonio de los dhimmis era inferior, al igual que la indemnización en los casos de venganzas de sangre.
Las acusaciones de blasfemia contra los dhimmis eran habituales y el castigo era la muerte. Como no podían testificar en un tribunal para defenderse, debían convertirse para salvar la vida. El tabú matrimonial contra los dhimmís varones, que eran castigados con la muerte si mantenían relaciones sexuales o se casaban con una musulmana, además de las herencias, las discriminaciones en el vestido, en el uso de animales o en ciertos oficios, son otros ejemplos de esta discriminación institucionalizada en asuntos relevantes. Sin embargo, la aplicación rigurosa de la dhimma varió en función de las épocas y no siempre se cumplió con rigidez, como lo ilustra que varios judíos alcanzaran rangos prominentes en los
Estados andalusíes.

 

El Concilio de Elvira o de Iliberis
(Latín: Concilium Eliberritanum), fue el primer concilio que se
celebró en Hispania Baetica por la iglesia cristiana. Tuvo lugar en
la ciudad de Ilíberis, cerca de la actual ciudad de Granada. Su
fecha es incierta, entre el 300 y el 324 siglo IV. En el primer caso
sería anterior a la persecución de Diocleciano y en el segundo,
posterior al Edicto de Milán de Constantino.

 

Este concilio fue uno de los más importantes llevados a cabo en las provincias, seguido por el Concilio de Arlés y el Concilio de Ancyra los cuales prepararían el camino para el primer Concilio ecuménico Católico. Al Concilio de Elvira asistieron diecinueve obispos y veintiséis presbíteros de toda España así como laicos.

En sus 81 cánones, todos disciplinares, se encuentra la ley eclesiástica más antigua concerniente al celibato (virgines Deo sacratae), referencias al uso de imágenes (de interpretación discutida), a las relaciones con paganos, judíos y herejes, y muchas otras, relativas a temas como matrimonio, bautismo, ayuno, excomunión, enterramiento, usura, vigilias, o cumplimiento de la obligación de asistir a misa.

Como se puede ver ya sobre principio del siglo IV 305-306 en Hispania se trataba muy especialmente las cuestiones que preocupaban sobre esas comunidades judias que ya existian.

En el concilio, se trató el tema de la separación de las comunidades judías que había en España, al mismo tiempo colocaron estrictas prohibiciones para alejar a los cristianos del ambiente pagano, estas prohibiciones iban desde las carreras de cuadrigas hasta el culto imperial. Este concilio sentó las bases de lo que sería la Iglesia en España. Entre los numerosos
obispos asistentes encontramos a Osio de Córdoba, el Obispo de Eliocroca y el obispo de Málaga San Patricio que ejerció su episcopado entre los años 290 y 307.

Victor De Clercq apunta que «que a excepción de Osio de Córdoba, no sabemos prácticamente nada de esos hombres, y ni sabemos con certeza cuando, donde sobre el lugar exacto se celebro aquel concilio, y que la Iglesia de España fue una de las primeras antes de la Iglesia de Constantino» Sobre el entorno social de los Cristianos de Hispania se puede deducir el por qué en los cánones se prohibe el casamiento y las relaciones sexuales con los judíos, los paganos y herejes, cerrando así las magistraturas de Flamen y Duumvir a los cristianos, prohibiéndoles el contacto con la idolatría y participar en cualquier otro festejo o juegos publicos considerados paganos.

Algunas pruebas materiales de la presencia judía en la Península son dos inscripciones judías trilingües (hebreo, latín y griego) halladas en Tarragona. y en Tortosa, cuya datación varía según los autores entre los siglos II a. C. y VI d. C. Del siglo III data probablemente la inscripción sepulcral hallada en Abdera (actual Adra) de una niña judía, llamada Salomonula. En la isla de Ibiza se ha encontrado un ánfora con caracteres hebreos que data al menos del siglo I.

Autores de la época romana como Estrabón, Juvenal, Tácito, pero sobre todo Flavio Josefo nos mencionan la posible llegada de los judíos a Hispania.

Sin duda existen evidencias que demuestran la presencia de un numero significativo de judios en la península Ibérica ya que de otra forma no se habría referido como tales el mismo Concilio de Elvira sobre el siglo II-IV.

Pero parece que la presencia de los judios en Hispania no comienza exactamente tras ser traídos como esclavos tras la destrucción de Jerusalén sobre el siglo I, sino que podría ser muy anterior.

Por otro lado, hay algunas tradiciones recopiladas en algunas crónicas medievales, que hacen referencia a la diáspora de los judíos hacia la Península Ibérica como consecuencia de las campañas de Nabucodonosor (siglo VI a.C.) Así la crónica de Al-Rasis habla de un rey de Sevilla, Couban o Isban, que participó en el asedio de Jerusalén con Nabucodonosor, indicando que el citado rey estuvo en al-Andalus y que por entonces llegaron aquí las joyas del Templo de Jerusalén y la Mesa del Rey Salomón que los árabes encontraron aquí a su llegada. Para la crítica actual, son desarrollos legendarios, amalgamas literarias, cuyo único valor es el interés de los judíos hispánicos de la Edad Media por remontar su presencia a épocas muy antiguas.

Las fuentes arqueológicas tampoco son mucho más explícitas, pero al menos testimonian la presencia real de los judíos en Hispania.

La existencia de una serie de monedas (siglo I d. C.) de Herodes Agripa (Livia), de los «procuradores de Judea» (Mataró) y un lote de diez monedas halladas en las excavaciones de Ampurias, nos muestran la posibilidad de cierto comercio, aunque fuese indirecto, entre algunas ciudades costeras de Hispania y Palestina.

Hay que llegar al siglo II d. C. para encontrarnos con el resto arqueológico más antiguo que testimonia la presencia real de los judíos en Hispania : se trata del epígrafe funerario de Iustinus, natural de Flavia Neápolis (Samaria) que se halló en Mérida. Del siglo III d. C. son otras dos lápidas, hoy desaparecidas, halladas una, en Villamesías (Cáceres) y otra en
Adra (Almería). Del siglo v d. C. es el fragmento de una lucerna decorada con una menorá de Toledo, así como la pileta trilingüe de Tarragona.

Los diversos avatares acaecidos en Palestina desde la conquista de Pompeyo (63-62 a.C.) y los problemas surgidos en la época de Tiberio, Calígula y Claudio y sobretodo los derivados de las Guerras JudaicasVespasiano y Adriano contribuyeron a la dispersión de judíos, además de a las zonas ya tradicionales de diáspora, como Alejandría y otros lugares del Mediterráneo Oriental, también hacia Occidente e incluso a la propia Roma.

Los judíos gozarían de un «status» parecido al del resto de los ciudadanos del Imperio Romano, sobre todo a partir de la promulgación del Edicto de Caracalla, en el año 202.

Asentados sobre todo en ciudades hispanorromanas, participarían de su auge económico en los primeros siglos del Imperio y también de los problemas que afectaron a éstas
y a todo el mundo romano en el siglo III d. C.. Los cambios acaecidos provocarán el languidecimiento de algunas ciudades, en favor de un proceso de ruralización en el que grandes propietarios con numerosos asalariados y esclavos, vivían en torno a las grandes «villae», conocidas a través de la arqueología. Al mismo tiemo otras ciudades como Emérita Augusta y Tarraco van a mostrar una recuperación y un crecimiento importantes en los siglos IV y V d. C.

Los judíos , de acuerdo con la nueva situación, participaron, sin duda,, en la recuperación económica de ciertas ciudades aunque otros vivirían en las «villae» trabajando para los latifundistas como asalariados, artesanos, comerciando con ellos y, por supuesto, también como esclavos.
Lógicamente algún personaje judío accedería a la gran propiedad, definiéndose en consecuencia un abanico social muy amplio.

Naturalmente gozarían, desde su llegada a Hispania, de tolerancia en materia religiosa, como era normal en época romana, conviviendo con la religión oficial, las indígenas y otros cultos orientales atestiguados por la arqueología.
A pesar del Edicto de Constantino en el 313 d. C., el paganismo domina el ambiente religioso y es en este marco en el que se desarrolla una competencia entre judíos y cristianos.

Hasta la conversión de Recaredo en el 589 d. C., los reyes visigodos pertenecían a la corriente arriana Brevario de Alarico II no se puede deducir un trato de favor hacia los judíos, pero tampoco de antijudaísmo, ya que la comunidad judía conserva los mismos «privilegios» que en la época tardorromana (dio derecho a reparar sinagogas, pero sin levantar otras nuevas ; derecho a tener esclavos, aunque no cristianos ;derecho a dirimir ciertos asuntos en sus propios tribunales). Por lo tanto sin duda alguna podrían practicar su religión sin especiales
dificultades.

Además los diversos reyes visigodos irán paulatinamente derogando las pocas leyes favorables a la comunidad judía. Así durante los reinados de Sisebuto (612 d. C.), Rescesvinto (654 d. C.), Wamba (672 d. C.), Ergivio (680 d. C.) y Egica (687 d. C.) el endurecimiento y las medidas antisemitas son evidentes, sobre todo a partir de la promulgación de los «placita»
(documentos en los que se obligaba a la conversión obligatoria o forzosa a toda una comunidad), siendo muy destacado en de Chintila y que sufrió la comunidad judía de Toledo.

Con todo durante el siglo VI y la primera parte del VII d. C., y a pesar de la legislación desfavorable, no parece que hubiese excesivos problemas para que las comunidades judías desarrollasen una vida normal. Los judíos estarían plenamente integrados en el ambiente socio-económico hispano-visigodo. A parte de su diferente religión y prácticas rituales, no se diferenciarían del resto de ciudadanos ni por su indumentaria, ni por su lengua, pues el hebreo lo utilizaban como lengua sagrada. Pese a la prohibición de matrimonios mixtos, éstos
se celebraban, e incluso en los momentos más difíciles no dejaron de existir. Este panorama cambiará radicalmente de mediados a finales del siglo VII. Es durante este período cuando se puede hablar de una verdadera persecución, incluso violenta contra la comunidad judía del reino visigodo.

La situación de los judios en la Europa del siglo VI con respecto a conversiones forzosas al cristianismo no solo se produjeron en España, tambien en Francia de donde son originarios gran parte de los Azkhenazim.

Galia es el nombre latino dado a una región de Europa occidental actualmente ocupada por Francia, Bélgica, el oeste de Suiza y zonas de Holanda y Alemania al oeste del Rin. La palabra galo se refiere habitualmente a los habitantes celtas de esa región en tiempos antiguos y fue empleada principalmente por los romanos que muy raras veces llamaban celtas a
este conjunto de diversas tribus . El gentilicio se conservó a través de los tiempos solamente en la extensión de tierras que hoy componen el país de Francia y aún hoy sigue llamándose galos a los franceses, y de hecho Gallia es el nombre griego moderno de Francia.

Pero los galos se extendieron por toda Europa en tiempos romanos, hablando lenguas celtas que habían divergido en dos grupos. Además de los galos de la actual Francia, otros se habían establecido en las llanuras del norte de Italia, en la provincia que los romanos conocían como Galia Cisalpina («Galos a este lado de los Alpes») hasta el Véneto e Istria. Otros galos habían emigrado cruzando los Pirineos hasta Iberia, dando lugar además a los celtíberos al mezclarse con el sustrato ibero indígena.

A fines del siglo VI, los judíos conocieron situaciones muy diversas: Gregorio de Tours relata que en 576 una revuelta destruyó la sinagoga de Clermont, tras lo cual los judíos de la ciudad aceptaron el bautismo. Por el contrario, el judío de París Priscus fue consejero del rey Chilperico I y, tras un altercado con este, se niega a convertirse sin sufrir daño alguno
por ello.

En 591, los judíos expulsados de la ciudad de Orleans se refugiaron en la Provenza. Sobre este asunto, una carta del papa Gregorio Magno reprendió al Arzobispo de Arles debido a numerosas quejas por las conversiones forzadas.

En 629, Dagoberto I propuso expulsar de sus dominios a todos los judíos que no aceptaran el cristianismo. A partir de su reinado hasta el de Pipino el Breve apenas hay otras indicaciones. En cambio, en el sur de Francia, en la región conocida entonces como Septimania, una dependencia de los reyes visigodos de España, los judíos continuaron allí y prosperaron. De esta época (689 data la inscripción funeraria judía más antigua conocida en Francia, aquella de Narbona. Los judíos de Narbona, principalmente negociantes, se entendieron bien con el resto de la población que entonces se rebelaba a menudo contra los reyes visigodos.

La comunidad judía fue numerosa bajo el reinado de Carlomagno y su estatus fue fijado por ley. Los judíos prestaron juramento según una formula especial y se les permitió
intentar un proceso contra los cristianos. En sus relaciones con estos últimos, no tuvieron otras obligaciones más que acordar con el descanso dominical. No debían realizar intercambio de monedas, de vino o de trigo. La disposición más importante era el hecho de que eran juzgados por el mismo emperador. Se dedicaron a los negocios internacionales. Por ejemplo, Carlomagno empleó a un judío para traer de Palestina mercancías preciosas. Otro judío, Isaac, fue enviado por Carlomagno en 797 junto con dos embajadores ante el califa abasí Harún al-Rashid. Fue él quien, de retorno a Aquisgrán en 802, entregó a Carlomagno los regalos recibidos de Harún al-Rashid, entre ellos un elefante.[9] De hecho, parecía que el
reino de Carlomagno fue más bien favorable a la presencia judía, aunque puede considerarse una discriminación que, en un juicio, los judíos hayan debido presentar más testigos que los cristianos para poder ganar sus causas. Se habla incluso de una familia de príncipes judíos (o « Nasi ») en Narbona.

Ludovico Pío (814-833), fiel a los principios de su padre, aprobó una estricta protección a las judíos, a quienes concedió una atención particular en razón de sus actividades de negociantes. En una carta a Ludovico Pío, Agobardo (778-840), arzobispo de Lyon, hizo varios reproches a los judíos: comprarían esclavos cristianos en Lyon para revenderlos en
España; serían supersticiosos y tendrían creencias absurdas; influencerían gravemente en los cristianos y pretenderían que estos adoren a sus ídolos. Agobardo no tuvo éxito en convencer a Ludovico Pío,[16] pero sus alegatos parecían mostrar la prosperidad de la que gozaban los judíos de Lyon; sin embargo, el comportamiento de este obispo, hostil a la comunidad judía de Lyon protegida por el rey Ludovico Pío, va a empujar a los judíos a emigrar hacia Arles y a las ciudades del Mediodía, lo que acredita la probable presencia
de una comunidad judía importante en las comunidades meridionales a inicios del siglo IX.

Henri Pirenne constató que en el siglo VIII el comercio entre Occidente y Oriente no se hacía más que por los negociantes judíos, único vínculo entre el Islam y la Cristiandad. Es posible pensar que los mercaderes judíos del valle del Ródano eran radhanitas, grandes viajeros, hombres de gran cultura y que hablaban varias lenguas gracias al contacto que
mantenían entre el Oriente y Occidente.

Iberia -(Heberia ) río Ebro o Hebrón.

La grafía del alfabeto Tartesso y los símbolos empleados son muy parecidos a las antiguas escrituras asirias , sumerias y judaicas, quizás fruto de una interrelación, sobre esto las tesis de Ribero Meneses o Colin Rivas pueden ser incluso acertadas.

Durante el período del primer templo, el uso del alfabeto hebreo arcaico no estuvo restringido a escribas y personas educadas, sino que había un estrato de la población que sabía leer y escribir en la escritura nacional. Pero hacia el tiempo del segundo templo, esa escritura había sido sustituida por otra, el hebreo cuadrado, que es una derivación del arameo. Para el siglo III a.c. los textos hebreos bíblicos son escritos en escritura hebrea cuadrada. El antiguo sistema fue abandonado y preservado por los samaritanos.

Durante el período persa, los judíos usaron ambas lenguas, hebrea y aramea, y ambos sistemas de escritura. El arameo era la lengua de la administración y el comercio y la mayoría de las inscripciones de este período encontradas en Judá están escritas en arameo. Sin embargo, las monedas halladas están inscritas en hebreo arcaico. De hecho, hay una especie de lucha entre ambos sistemas de escritura y ambas lenguas, por tener la preponderancia definitiva.

En el período del segundo templo, los textos escritos en hebreo arcaico son raros, pero su uso en Qumrán, sobre todo en fragmentos del Pentateuco y en rollos en hebreo cuadrado en los que el Tretragrammaton (JHWH) y otros nombres divinos están escritos en letras hebreas arcaicas, revela que esa escritura sigue usándose y asociándose con la santidad. Hay otras pruebas que denotan el uso en la vida cotidiana del hebreo arcaico.

En Qumrán se ha encontrado un fragmento del Exodo escrito en caracteres cuadrados en vez del viejo alfabeto hebreo. Este es el texto más antiguo en hebreo cuadrado que se conoce y data del siglo III a.c.

En el período persa, la escritura aramea era un medio internacional de comunicación y de uniformidad en todas las provincias del imperio; pero una vez que éste cae, comienzan a hacer su aparición las diferentes versiones de la escritura aramea. Ya que la fuerza unificadora que lo sostenía, el imperio, no existe, el alfabeto arameo va adquirir un sinfín de
matices y desarrollos: uno de ellos será el hebreo cuadrado.

En el Talmud de Babilonia leemos:

«Originalmente la Torah fue dada a
Israel en hebreo arcaico y en la lengua sagrada; más tarde, en el
tiempo de Esdras, la Torah fue dada en la escritura asiria (es decir,
aramea introducida por los asirios como escritura oficial) y en la
lengua aramea. Ellos seleccionaron para Israel la escritura asiria y
la lengua hebrea, dejando para el pueblo ordinario la lengua aramea y
la escritura hebrea arcaica.»

Hasta un hombre de la categoría de Judas ha-Nassi, el célebre rabino del siglo III d. C., llegó a afirmar que la Torah había sido dada originalmente en la escritura asiria (hebreo cuadrado).

La evolución de la escritura judaica ha sido dividida en tres períodos: carácter formal, que sería el sucesor del arameo posterior de la cancillería persa; carácter semi-formal, un subtipo del anterior en el que se aprecia la influencia del arameo cursivo del siglo III a. C., carácter cursivo, sucesor del arameo cursivo posterior y semi-cursivo, un cruce entre tipos de escritura formales y cursivos.

Los hebreos, pueblo de nómadas semitas, aparecieron en el Asia Anterior alrededor del siglo XIII a.C. Estos se asentaron en Canaan, al sur de Fenicia. Esta zona esta delimitada al oeste, por el mar Mediterráneo; al este, por el río Jordán y el Mar Muerto; al norte, por las montañas del Líbano y al sur, por la península del Sinaí. Es un territorio menos fértil que
Egipto y Mesopotamia, pero presenta llanuras aptas para el pastoreo y el cultivo, por lo que seria codiciado por los vecinos del desierto.

Esta región se llamo primitivamente el país de Canaan debido a que sus primitivos pobladores fueron los cananeos. Cerca del 1500 a.C. despues llegaron tribus de origen ario, los filisteos, y denominaron la zona que dieron a llamar Philistina.

Como se puede ver Palestina fue poblada originariamente por los cananeos, tiempo después aparecieron los Filisteos de origen Ario y la dieron a llamar Filistina, mas tarde y entre sucesivos enfrentamientos la poblaron los Hebreos y fue llamada por el nombre del patriarca Israel que en realidad se llamaba Yacob.

Con Salomón llego a su punto mas álgido de prosperidad y unidad, pero tiempo después y tras su sucesión se dividieron en dos reinos, l de Judá y la de Israel.

Logró reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970 a.C. y el 930 a.C. aproximadamente.

Le sucedió su hijo Roboam, cuya madre era Naamá, ammonita. Pero pronto, la parte norte aparecería como ‘rebelde’ ([10 de las doce tribus de Israel (todas excepto Judá y Benjamín). Así quedaría dividido el reino.

La historia de la región ocupada más adelante por los reinos de Israel y Judá ofrece problemas particulares para el historiador moderno. Debido a la asociación de esta área con lo relatado en la Biblia, hay una tendencia a ver la historia del Levante desde una perspectiva casi puramente bíblica, prestando escasa atención al período posbíblico. Los estudios
arqueológicos han tendido a verse a través del relato bíblico,[1]Oriente Medio.

Guillermo F. Albright, Nelson Glueck y E. A. Speiser han situado este relato en el bronce medio basándose en tres puntos: nombres personales, modo de la vida, y costumbres.[5]
Otros eruditos, sin embargo, han sugerido fechas más tardías para la edad patriarcal pues estas características fueron duraderas en la vida del Cercano Oriente. Cyrus Gordon,[6] basando su discusión en la llegada de pastores nómadas monoteistasAmarna, sugirió que es más correcto situarlo en la última edad de bronce. Juan Van Seters, basándose en el uso generalizado de camellos, en los reyes filisteos de Gerar, en la existencia de una economía monetaria y en la compra de tierra, asegura que la historia pertenece a la edad de hierro.
Otros eruditos (particularmente, Martin Noth) encuentran difícil el determinar cualquier período para los patriarcas, y sugieren que la importancia de los textos bíblicos no es necesariamente su historicidad, sino el indicar cómo funcionaba la sociedad israelita durante la edad de los metales.

Claramente, el proceso de la infiltración israelita en Canaán es más complicado que lo narrado en la Biblia. El patrón del establecimiento y la génesis de Israel como pueblo fue un proceso complejo que implicaba principalmente a grupos nativos de pastores de Canaán (quizás incluyendo habiru y shasu), con una cierta infiltración de grupos exteriores, tales como
hititas y arameos del norte así como grupos meridionales de shasus tales como los keinitas, alguno de lo cuales puede haber venido de otras zonas controladas por Egipto. Cuando Israel conquistaba Canaán, Egipto estaba nominalmente en control de la región. [Ref: Conquest of Canaán in Biblical Archeology (www.truthnet.org)]

Genéticamente, los judíos demuestran tener conexiones con el pueblo kurdo y otros grupos del norte de Irak, sugiriendo ésta como el área de la cual la mayoría de sus antepasados vinieron originalmente, un hecho confirmado arqueológicamente a partir del período Khirbet Kerak, período medio de la Edad del Bronce, con la expansión de los hurritas
(horreos en el Tanaj), y con la de los shasu (= egipcio) y de ahlamu (= en acadio asirio, arameos) al principio de la Edad del Hierro.

Otros grupos podían haber desempeñado un papel protagonista en la destrucción de centros urbanos durante la última edad de bronce, como los pueblos del mar, entre los cuales
estaban los filisteos y los mismos egipcios, que invadieron la zona muchas veces. Las guerras entre las ciudades-estados vecinas han desempeñado probablemente un papel importante.

Si los israelitas regresaron a Canaán hacia el 1400 a. C., ésta era una época en que los grandes poderes de la región estaban concentrados entre Egipto y los ascendientes Hititas. Posteriormente, hacia el año 1200 a.C. fue la época de los «pueblos del mar», en la que filisteos, tjekkers y posiblemente dananeos se instalaron a lo largo de la costa desde Gaza
en el sur a Joppa en el norte. El Oriente Medio parecía vivir en una edad oscura, de la que tardó siglos en salir. La recuperación parece que comenzó en las ciudades comerciantes del área filistea, siguiendo hacia el norte, a las fenicias antes de avanzar hacia las zonas interiores, las colinas de Judea y Samaria (que recibirían los beneficios del comercio recién a finales del Siglo X a.C.).

En sus ataques iniciales bajo Josué los hebreos ocuparon la mayoría de Canaán, que repartieron según las líneas familiares tradicionales derivadas de los hijos de Jacob y de José (las tribus de Israel). No había ningún gobierno formal, y el pueblo era guiado por los jueces.

En este tiempo, el nombre «Israel» se mencionó por primera vez en una fuente arqueológica contemporánea, la estela de Merenptah.

Al mismo tiempo la prosperidad volvió a la región al final de la edad de bronce, se recuperó el comercio con Egipto y Mesopotamia, y se abrieron nuevas rutas comerciales, desde Cadesh-Barnea al sur, de Hebrón, Jerusalén y Lakís en Samaria, a Siloé, Siquem y a través de Galilea, a Megido y todo el valle de Jezreel. Esta ruta amenazaba el monopolio comercial de los filisteos, que intentaron dominarla tanto directamente, con una intervención militar contra las tribus de Israel, como indirectamente, promoviendo a mercenarios a posiciones de poder como los Achish de Gath, posteriores aliados de David.

El Reino de Israel (en hebreo: מַלְכוּת
יִשְׂרָאֵל
, Maljut Yisrael) abarcaba en la época de
máxima expansión una extensión muy superior a la del actual estado
de Israel, ya que se extendía del sur del Líbano a la península
del Sinaí y del mar Mediterráneo al río Jordán, según las
descripciones de Samuel.

Sin embargo, La interpretación de la evidencia arqueológica sobre el alcance y la naturaleza de Judá y Jerusalén en el siglo X a.c. es un tema de intenso debate. Israel Finkelstein y Zeev Herzog de Universidad de Tel Aviv piensa que el registro arqueológico no apoya la opinión de que Israel en ese momento era un estado importante, sino más bien un pequeño reino
tribal.[29] Finkelstein dice en suLa Biblia desenterrada(2001): «[O] en la base de estudios arqueológicos, Judá se mantuvo relativamente vacía de población permanente, muy aislados y la derecha muy marginal hasta después de la hora prevista para el David y Salomón, sin grandes centros urbanos y sin jerarquía pronunciada de caseríos, aldeas y ciudades.[30]Zeev Herzog «la monarquía unida de David y Salomón, que es descrito por la Biblia como un poder regional, era a lo sumo un pequeño reino tribal «.[31] En el otro [[William G. Dever |] William Dever], en su ¿Qué hicieron los escritores bíblicos y que sabían?, sostiene que la evidencia arqueológica y antropológica apoya el relato bíblico amplia de un Estado de Judea
en el siglo 10 antes de Cristo.[32][33  De acuerdo con Encuestas de la superficie se encuentra destinada a la localización y cambios en los patrones de asentamiento de población han demostrado que entre los siglos 16 y 8 a. C., período que incluye los reinos bíblicos de David y Salomón, toda la población de la región montañosa de Judá, no era más que unos 5.000 personas, la mayoría de ellos pastores errantes, con la zona urbanizada toda consta de una veintena de pequeños pueblos.

Alrededor del 920 a. C., Jeroboam lideró la rebelión de las tribus norteñas estableciendo el reino de Israel (I Reyes), con capital en Siquem. B. S. J. Isserlin asegura que el reino de Israel era similar a los cananeos de su entorno geográfico, tanto en su política y economía como en los planteamientos urbanos, artísticos e industriales.

El reino de Israel parece haber sido más poderoso en la segunda mitad del siglo IX a. C., cuando Omrífenicia de Tiro, reforzando esta alianza al casar a su hijo y sucesor, Acab (874-853 a. C.), con la hija del gobernante de Tiro, Itobaal, y a su hija Atalía con el hijo del rey Josafat de Judá, el futuro rey Joram. Acab formalizó múltiples alianzas entre los pequeños reinos y contribuyó con 2.000 carros y 10.000 soldados a la coalición que derrotó a Salmanasar III en Qarqar (853 a. C.). (885-874 a. C.) fundó una nueva dinastía con capital en Samaria.

La evidencia arqueológica demuestra que mucha gente huyó al sur, hacia Judá cuya capital (Jerusalén) parece haber crecido cerca del 500% en este tiempo. En esta época muchas tradiciones norteñas comenzaron a seguirse en la región de Judá.

Le sucedió su hijo Asa, que prohibió el culto a los ídolos, rechazó a los madianitas y a los etíopes que habían invadido Judá, y luchó contra Basa, rey de Israel, con la ayuda de Ben-Hadad, rey de Siria.

La dinastía de Omri extremó la guerra contra Judá, ayudada por su alianza dinástica con Tiro. El rey Ocozías, hijo de Joram, fue asesinado en el año 846 a. C., su madre Atalía se hizo con el poder e inició en Jerusalén una persecución contra los que se oponían al culto del dios Baal. Seis años después, Atalía fue asesinada.

Las relaciones exteriores de las ciudades fenicias tienen esencialmente cuatro ejes, conectados entre sí, que conviene tener presentes. Por una parte, sus relaciones con Asiria, en general hostiles, pues ya en 1100 se produce la primera campaña de un soberano asirio, Tiglatpileser I, hacia el Mediterráneo; desde entonces, la potencia mesopotámica pretenderá
captar los recursos económicos de los circuitos fenicios, lo que incidirá en su propia expansión por el Mediterráneo, segunda directriz. En tercer lugar, su relación con Egipto, dependiente de la coyuntura política en que se encuentren asirios y egipcios o las circunstancias de estas potencias con las ciudades fenicias. Y, por último, sus relaciones con los pequeños estados circundantes, principalmente Israel, cuyos destinos están con frecuencia vinculados por su dependencia con respecto a los Imperios.

Resulta importante constatar como Fenicia es, hasta el siglo X, exportadora de materias primas, e incluso de trigo; pero a partir de esa fecha se convierte en importadora de bienes alimenticios que intercambia por productos manufacturados, para cuya elaboración requiere materias inexistentes en su territorio, lo que la obliga a lanzarse a la aventura del mar.
El establecimiento de colonias será un fenómeno más reciente, relacionado con la integración territorial de Fenicia en el Imperio Neoasirio. Ya en el siglo X, las relaciones ende Israel y Fenicia son estrechas; sabemos que el rey de Tiro, Hiram, se asocia con Salomón y le manda artesanos para el templo, además de organizar conjuntamente expediciones por el Mar Rojo. Desde entonces, la influencia de la cultura fenicia en Israel es intensa, como se aprecia por ejemplo en el influjo politeísta. Es precisamente por esas fechas cuando surge el protagonismo de Tiro, probablemente vinculado al refuerzo de las monarquías urbanas a través de sólidos lazos de parentesco, según se desprende de la información epigráfica de la segunda mitad del siglo X.

Los fenicios vivían en la costa septentrional Sirio-Libanesa. Al observar un mapa de esta región, se puede comprobar que la posición geográfica de su país, los caracteres naturales del territorio y la propia habilidad de sus habitantes fueron un determinante para impulsar a los fenicios a buscar rutas marítimas para su expansión y desarrollar las mayores empresas navales.

Un testigo de la riqueza de la comunidad judía en la Mérida romana que ha permanecido oculto durante siglos sale ahora a la luz. El Museo Nacional de Arte Romano de la capital autonómica cuenta con una nueva pieza, donada por Diego Galindo, un emeritense de adopción que durante años la ha guardado en su colección particular y que ha decidido entregarla al centro museístico.

Publicado on 12 febrero, 2011 at 19:58  Deja un comentario  

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